Por: Ma. Reneé Rendón
Farenheit 451, la temperatura a la que el papel arde. Farenheit 451, la obra que Ray Bradbury escribe sobre una sociedad altamente conformista, esclavizaba por los medios de comunicación, embriagada de ignorancia y drogada por la pereza de pensamiento.
Bradbury publica esta historia en 1953, inspirado por la Segunda Guerra Mundial, cuando los nazis deciden incendiar montañas de libros «en contra del régimen». Se trata de una sociedad donde los libros son prohibidos, y quienes aún los escondes son perseguidos por los bomberos, quienes, en lugar de apagar incendios, los provocan para destruir todo tipo de literatura, sin discriminación de idioma o género.
En consecuencia, las personas viven del consumo de la televisión, a la que le llegan a llamar «familia»; por las calles, se pueden observar carros a altas velocidades que utilizan a los transeúntes como objetivos para arrollarlos; es decir, una sociedad totalmente condicionada por insípidos contenidos, difundidos de forma directa y absoluta en sus mentes.
Sin saberlo, el autor tuvo un tipo de visión profética de la actualidad. Aunque no existan autoridades destruyendo los libros físicos, cada vez las personas tienen menos tiempo de reflexionar o alimentarse de contenidos de calidad que vayan más allá del entretenimiento.
Actualmente el descanso se entiende como un espacio para apagar los pensamientos y acallarlos con una buena serie de Netflix, o con los videos publicados en Instagram, o los «memes» en Facebook. me inclino a pensar que si no fuera por la materia de literatura en el colegio, muchos de los clásicos estarían olvidados.
En medio de la era del internet y la comunicación, existe un exceso de información en todas las plataformas. Las fakenews son el término de moda y el favorito de Donald Trump, pues muchos de los consumidores de contenidos, cada vez tienen menos tiempo -o menos ganas- de comprobar la veracidad de lo que se está compartiendo.
El desarrollo tecnológico no es el problema; por el contrario, ha facilitado en gran medida la vida diaria de las personas; sin embargo, en medio del frenesí, de la inmediatez, es importante que los usuarios reflexionen acerca del valor de la meditación propia, de la concepción del propio criterio personal y la formulación de opiniones argumentadas que motiven el debate.
Estamos en la era del ruido, donde nos cuesta lavar los platos sin tener música de fondo. Atrevámonos a escuchar el silencio, a dejar que nuestras inquietudes se manifiesten, esforcémonos por discernir la información con nuestros propios principios y consumamos no solo contenido para poner la mente en off, sino la literatura que es considerada un arte hasta nuestros días.
Farenheit 451, la temperatura a la que el papel arde. No nos preocupemos por el fósforo que pueda encender una hoguera en una biblioteca, preocupémonos que nuestra mente no sea un incinerador de contenido, que aniquile la información de calidad, con la comodidad y el conformismo.
